Por Lic. Jaime Noé Villalta Umaña
Prof. /Abogado y Notario
Como se distribuyan los roles depende del tipo de familia. La variación es evidente, pues la carga de roles en las monoparentales se incrementa; es decir, tienen que cumplir con la función de padre y madre a la vez (por estereotipo de roles). Por un lado trabajar para satisfacer las necesidades económicas básicas y por el otro, dedicarse a labores domésticas.
Otros factores que inciden en la división de roles, son los estereotipos o paradigmas culturales; éstos influyen, de manera radical; pues se cree que la tarea de la educación y cuidado de los hijos es función de la madre, al igual que las tareas domésticas; mientras que el hombre o el padre, hace honor al origen de la palabra, “patrimonio”; y cree que su única función en el hogar es el de proveedor. Estos patrones culturales se repiten en un ciclo vicioso, pues se transmiten a los hijos, si no de manera directa, pero sí, a través del modelaje. Lo anterior, es ratificado por investigaciones realizadas por la OIT y el PNUD,[1] como a continuación se expone.
Según las investigaciones de esta organización, durante la mayor parte del S. XX, la familia y el trabajo fue organizada en torno a un modelo tradicional, cuyas características son las siguientes:
a) La figura principal es el hombre, quién es el jefe de familia; sus funciones dedicarse al trabajo remunerado, mediante el cual percibía un salario que le permitía mantener al grupo familiar. Así las cosas, se cumplía la definición que por etimología le corresponde a la figura paterna: “patrimonio”. Su trabajo le obliga a estar fuera de casa la mayor parte del tiempo.
b) La mujer, a cargo de labores de hogar o domésticas; educación y cuidado de los hijos; por supuesto, sin recibir ninguna remuneración. Es más, la palabra matrimonio, se deriva de “mater”, madre, e históricamente, se entendía como tal, que la mujer es la encargada de labores doméstica, cuido y educación de los hijos. La que por sus funciones tiene que permanecer la mayor parte del tiempo en la casa. Es tal el paradigma, que hijos, cónyuge o conviviente, y en fin, la sociedad en general, no ve, en los oficios de hogar, las características necesarias para catalogarlo como un trabajo. Semejante conclusión, la obtuve a través de investigaciones realizadas, pues al consultar sobre la situación en comento, la respuesta fue siempre la misma, “mi madre no trabaja”, dando a entender con ello, que se dedicaba a tareas domésticas.
Comento lo anterior, en razón de enfatizar que el trabajo doméstico, ha sido visto como algo de escasa o nula importancia; es más no se considera como tal.
Lo anterior, implica que se debe reorientar la concepción del oficio de hogar. Por supuesto, que al finalizar este artículo, quedará claro, que en la actualidad se concibe de una forma totalmente distinta, al punto que la legislación preceptúa de manera convincente, que el trabajo doméstico de la mujer se considera como aporte financiero.
c) Otros aspectos importantes por destacar, de las investigaciones realizadas, tiene que ver con el tipo de hogar, por lo general son biparentales; de matrimonios duraderos; la mujer vive económicamente dependiendo de su cónyuge, quién debe asegurarle alimentación y protección social.
Lo expuesto en los párrafos precedentes, ha cambiado notablemente, aunque de manera gradual. A partir de los años 70, la mayoría de países entraron en un proceso de industrialización; cada vez más las necesidades fueron aumentando, lo que llevó incluso a la mujer a incorporarse al trabajo en fábricas para ayudar a resolver los graves problemas económicos; pues la industrialización, si bien es cierto es necesaria, ha creado niveles de desempleo y pobreza. Las familias se han visto obligadas a abandonar el modelo tradicional. Es de aclarar que temas de Educación en Población (FNUAP)[2], se fueron tratando en el sistema educativo formal e incluso se empezó a abordar la TEORÍA DE GÉNERO[3], este último se convirtió en bandera de lucha de los movimientos feministas.
Las investigaciones realizadas indican que la familia y la sociedad en América Latina y el Caribe, ha experimentado un conjunto de cambios sociales y económicos, lo que ha conducido a una modificación en la forma de hacer familia e incluso en la organización laboral. Señala el estudio realizado que la estructura familiar se ha visto afectada, así las cosas, disminuyeron las familias extensas (numerosas, por convivir bajo el mismo techo padres, hijos, abuelos e incluso otros familiares) y se incrementaron las monoparentales. Esto último significa, que hoy, no hay quien se dedique de manera exclusiva al cuidado de los hijos o a las tareas productivas fuera del hogar.
Se observa también que está aumentando la población inactiva, por envejecimiento, lo que trae otras demandas que atender; se trata de los “adultos mayores”. Los cambios también se han acompañado de algunos efectos negativos en el ambiente laboral, por ejemplo inestabilidad en el trabajo, pero además, aumento de empleos en el sector informal, bajos salarios que obligan a trabajar largas jornadas extraordinarias en detrimento de la salud física y mental. En el caso de la mujer, se dio un giro que cambió definitivamente su rol; hoy se educa y prepara en universidades; se inserta en el ambiente laboral, político, en fin, pero sobre todo valoran la autonomía, ya no se conforman con seguir dependiendo económicamente de sus cónyuges o compañeros de vida.
La juventud en general ha cambiado sus expectativas, ya no piensan conforme a un molde familiar que provenga de sus padres y abuelos, sino que desean cumplir roles distintos en su familia.
Todo lo dicho, ha creado una enorme presión tanto en el ambiente laboral como familiar. Sin embargo, se han visto afectadas de manera particular las mujeres, pues las tareas del hogar siguen siendo parte de sus responsabilidades familiares; y a la vez, dedicarse a trabajo donde suelen tener muy bajos salarios. La transformación cultural no ha corrido la misma suerte que la económica; ello significa, que si bien es cierto, en la actualidad la mujer aporta ingresos al hogar, continúa desempeñando su trabajo en los oficios de hogar. El hombre no ha asumido de manera responsable y correspondiente con las tares domésticas. Ahora bien, el problema anterior, no es sólo responsabilidad del hombre, sino que la sociedad, aún se fundamenta en que existe una persona dedicada de manera exclusiva al cuidado de la familia. Con lo que se lacera de manera especial a la mujer que se ve limitada en tiempo y sometida a jornadas laborales extensas. Ese paradigma cultural presente, genera desigualdad en todo sentido, económico, educativo y de género, bueno, por mencionar sólo algunas.
¿Por qué de la participación laboral femenina?
Antes se dijo, que la industrialización, la necesidad de contribuir con los gastos de la familia; en fin; sin embargo, hay un problema social que también obliga a la mujer a dedicarse al trabajo fuera del hogar; se trata del creciente número de familias monoparentales maternas. Según investigaciones, un tercio de hogares en Latinoamérica, son sostenidos por madres solteras. La irresponsabilidad masculina es un factor determinante en la situación antes indicada.
Por otra parte, tenemos que la mundialización o globalización de la economía, es una variable que ha incidido en la integración de la mujer en el mercado laboral. Vemos a la mujer empleada en distintos sectores de la economía, especialmente en el secundario (fábricas) y terciario (comercio y servicios).
Todos sabemos por regla, que el trabajo no solamente, permite la satisfacción de necesidades económicas, sino que también las sociales; como, realización personal, autoestima y autonomía. Así las cosas, vemos a la variable de desarrollo humano, como otro factor que incide en la situación de la mujer en la actualidad.
Aunado a lo antes dicho, el reconocimiento de los derechos de la mujer[4];[5] su preparación académica y la presencia de éstas en el ámbito público, ha hecho que haya mayor presencia laboral femenina. Incursionar en el trabajo, es entonces, parte de las metas de toda mujer en la actualidad.
El documento Trabajo y Familia de la OIT – PNUD (2009), brinda los siguientes datos estadísticos que vale la pena reflexionar: “Entre 1990 y 2008, la participación laboral femenina aumentó de 32% a 53% en América Latina y el Caribe. En la actualidad, hay más de 100 millones de mujeres insertas en el mercado laboral de la región”. Según estimaciones de este mismo documento, para fines de este decenio la participación laboral femenina llegará a 53.5% y en 20 años alcanzará el 60%.
La participación femenina en todos los ámbitos no puede detenerse; ello favorece la creación de riqueza y aumenta los niveles de equidad que deben existir en la sociedad del S. XXI. Ahora bien, los efectos adversos a lo anterior los sentimos en la sociedad, porque existe descuido en la educación de los niños y jóvenes adolescentes, quienes al no tener supervisión de sus padres, son fácil presa de la vagancia, las drogas y otros muchos males que aquejan a la sociedad. Es más hijos e hijas, asumen roles que nos les corresponden, como cuidar de sus hermanos menores, dedicarse a labores domésticas no por cooperación, sino que por obligación.
El precio a pagar es muy alto, todo por satisfacer las necesidades materiales y sociales, que por qué no decirlo, han sido impuestas por una sociedad consumista.
Otrora, electrodomésticos, televisión, teléfono, internet, juegos electrónicos, en fin, no existían; y las familias sobrevivieron. Hoy por ejemplo, lo primero que hacen las señoras y jóvenes que trabajan en fábricas, cuando reciben su pago, es comprar recargas para sus celulares. En El Salvador la cantidad de celulares sobrepasa el tamaño de la población.
Como hemos analizado hasta aquí, son muchas las variables que tenemos que considerar al establecer los roles familiares y cómo éstos se han venido modificando a través del tiempo. En relación a lo anterior surge la pregunta:
¿Cómo se deben distribuir los roles en la familia en la sociedad contemporánea?
Deben distribuirse de manera tal, que no se afecte las condiciones de igualdad, responsabilidad, amor, respeto, complementariedad, solidaridad, unidad y otros que en su conjunto no solo contribuirán con la armonía familiar, sino que además con la justicia, palabra que es tan pregonada por diversos sectores de la sociedad. Como corolario de lo expuesto cito, lo que a la letra dicen los siguientes artículos del Código de Familia de El Salvador.
Art. 36.- Los cónyuges tienen iguales derechos y deberes; y por la comunidad de vida que entre ellos se establece, deben vivir juntos, guardarse fidelidad, asistirse en toda circunstancia, y tratarse con respeto, tolerancia y consideración.
Art. 38.- Los cónyuges deben sufragar en proporción a sus recursos económicos, los gastos de la familia. Si uno de ellos no tuviere bienes ni gozare de emolumento alguno, el desempeño del trabajo del hogar o el cuidado de los hijos se estimará como su contribución a tales gastos con el mismo significado que las aportaciones del otro.
Si alguno de los cónyuges, por incumplimiento del otro se hubiere visto obligado a contraer deudas para sufragar los gastos de la familia, éste será solidariamente responsable de su pago. El juez, en este caso podrá moderar la cuantía de los gastos, atendiendo a las condiciones de vida de la familia y a la razonabilidad de los mismos.
Art. 39.- Ninguno de los cónyuges podrá limitar el derecho del otro a desempeñar actividades lícitas o a emprender estudios o perfeccionar conocimientos, y para ello deben prestarse cooperación y ayuda, cuidando de organizar la vida en el hogar, de modo que tales actividades, perfeccionamiento o estudios no impidan el cumplimiento de los deberes que este Código les impone.
El trabajo del hogar y el cuidado de los hijos, serán responsabilidad de ambos cónyuges.
Ante todo lo expuesto, es necesario que nos preguntemos:
¿Cuál debe ser mi actitud y comportamiento familiar?
Las transformaciones sociales, económicas y políticas del mundo contemporáneo, como ha quedado demostrado han debilitado la cohesión familiar; trayendo consigo nuevas responsabilidades y desafíos, que exigen hoy más que nunca, practicar valores que nunca pasarán de moda, entre los que menciono: respeto, solidaridad, cooperación, equidad y justicia; y sin faltar el ingrediente principal, el amor.
COLOFÓN:
COLOFÓN:
Las
familias disfuncionales tienen graves problemas en la formación de los hijos.
Si es padre, se es padre; si es madre, se es madre; pero jamás podrá cumplir
con los dos roles. Dios creó al hombre y a la mujer de manera complementaria;
lo que se extiende a los roles. Ahora bien, lo dicho anteriormente no es óbice
para que se felicite a las mujeres y hombres que cumplen con sus
responsabilidades, incluso en el ambiente disfuncional de las familias
monoparentales.
[1] Trabajo y Familia: Hacia nuevas formas de conciliación con responsabilidad social. OIT – PNUD (2009)
[2] Fondo de Población de las Naciones Unidas
[3] Denominada además, perspectiva o enfoque de género; en ésta se insertan de manera relevante los modelos estereotipados de la cultura a través de la historia (teoría histórica – crítica); el feminismo y el desarrollo humano, siendo este último de relevancia capital, por cuanto el modelo tradicional impedía de manera especial el desarrollo de la mujer.